«Los enfermos mentales graves deben integrarse en la sociedad»

El psiquiatra Javier Olivera habla en Huesca sobre estos trastornos

El Alto Aragón no es una excepción a la hora de ofrecer una atención comunitaria a los enfermos con trastornos mentales graves. El psiquiatra Javier Olivera ofreció ayer una conferencia en el Aula Marro de Huesca en la que expuso los cambios que se han producido en la atención a estas personas «que son como el resto y, por tanto, no se les debe tratar como apestados».
Hasta hace unos años, la asistencia de los trastornos mentales graves -esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos delirantes…- se llevaba a cabo en los grandes hospitales psiquiátricos, los antiguos manicomios. Desde hace un tiempo, «ese tipo de asistencia hospitalaria se ha transformado en comunitaria, y los pacientes están insertados en la sociedad».

Javier Olivera expuso que hasta hace dos o tres décadas, esas personas eran atendidas en hospitales «como el psiquiátrico de Huesca, que tenía más de trescientas camas. Ahora tiene a penas cien, lo que confirma la tendencia actual a atender a los enfermos mentales graves en la comunidad». Esto implica que el peso de la asistencia recae «en los centros de salud mental que tienen las consultas ambulatorias».

Según este especialista, para estas personas es más beneficioso que «sigan con sus familias o en pisos protegidos, pero insertados en la sociedad, ya que los enfermos mentales graves son personas como el resto y merecen ser tratados con dignidad, en lugar de estigmatizarlos y tenerlos alejados como si fueran apestados».

Además, la ley también ampara este tipo de tratamientos. «La Ley General de 1986 reconoció que la asistencia a la salud mental debía de ser predominantemente comunitaria, y obligó a que este cambió de tendencia», recordó el doctor Olivera. Insistió en que para poder dar este paso también fue fundamental la aparición de los psicofármacos, «algo que se produjo en los años 50. En Francia se comenzó a comercializar el primer sicotrópico: la clorpromazina, lo que facilitó el control de los síntomas en los pacientes».

Recordó que los fármacos «no curan las enfermedades mentales, pero alivian los síntomas» y apuntó que la enfermedad mental requiere «una asistencia global: humana, social, funcional… porque muchos componentes de la enfermedad mental no están en el cerebro, sino que están en la sociedad, en las familias, en los puestos laborales… Muchas veces, lo que favorece la enfermedad mental no es un problema orgánico cerebral, sino problemas ambientales. El ambiente y lo social es tan importante como la genética y el cerebro, de ahí que haya que tratar a estos enfermos en la sociedad, porque es una forma de mejorar su dolencia. Tratarlos no consiste sólo en que no tengan alucinaciones o delirios, sino en que también puedan disfrutar de actividades de ocio, que puedan desempeñar una actividad laboral o, incluso, formar una familia».

En la provincia de Huesca, el porcentaje de enfermos mentales graves es similar al del resto del mundo. «Son enfermedades en las influyen factores genéticos y ambientales y la proporción es similar en todos los lugares y afecta a un global cercano al cinco por ciento de la población: la esquizofrenia al uno por ciento, el trastorno bipolar otro uno por ciento…, y en el Alto Aragón las cifras son las mismas».

INTEGRACIÓN

Gran parte del estigma que suele asociar las enfermedades mentales graves, especialmente la esquizofrenia, con la violencia y la agresividad, es falso. «Es absolutamente excepcional», afirma el doctor Olivera.

Cuando un enfermo mental comete un acto violento, «suele ser muy espectacular porque están marcados por sus síntomas y son cosas estrambóticas que para la sociedad y los medios de comunicación son espectaculares y tienen mucha repercusión mediática, pero, realmente, los enfermos mentales graves son mucho menos agresivos que la población general porque no tienen ese instinto violento que, en todo caso, les puede venir por los síntomas que tienen».

Si se repasan los actos violentos que suceden cada día en un país, «casi el 100 por cien están cometidos por no enfermos mentales. La gente no debe de sentir miedo y excluir a personas extrañas como pueden ser los enfermos mentales u otros colectivos. Es hora de que la sociedad actual, moderna, los integre. No tenemos porque ser todos iguales».

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